El Renuevo

Isaías 4:2

“En aquel tiempo el renuevo de Jehová será para hermosura y gloria, y el fruto de la tierra para grandeza y honra, a los sobrevivientes de Israel.”

Isaías vivió en un período trascendental de la historia, la segunda mitad del siglo VII A.C. que vio el nacimiento de la profecía escrita en la obra de Amós, Oseas, Miqueas y de él mismo, pero también la caída y desaparición de la mayor parte de Israel (las diez tribus del reino del norte). En el año 740 A.C. la muerte del rey Uzías (6:1) puso término a una época de bonanza en que tanto Judá como Israel disfrutaron de unos 50 años de respiro al verse libres de agresiones en gran escala. Pronto sería solamente un recuerdo. El resto del siglo estaría dominado por la voracidad de los reyes asirios: Tiglatpileser III (745-727), Salmanasar (727-722), Sargón (722-705), y Senaquireb (705-681). Sus ambiciones no se reducían a simples escaramuzas depredatorias sino a formar imperios; y para la consecución de sus fines sacaron de cuajo a poblaciones enteras llevándolas cautivas y castigando el más ínfimo signo de rebelión inmediatas y espantosas represalias.

Todo esto hizo que el pueblo de Dios, Israel, confiara en alianzas humanas. Aunque pagó caro el desobedecer el Pacto de Dios.

El renuevo de Jehová siempre estuvo dando frutos. Abraham, Noé, Isaac, Jacob, Moisés, Josué, etc. Todos apuntaban o eran una sombra del Renuevo, del Hijo de Dios, aunque muchos de ellos empezaron muy bien, al final fracasaron. En el tiempo que más se necesitaba, Dios envió el Verdadero Renuevo. Ya lo había anunciado

“He aquí, yo traigo a mi siervo el Renuevo. Zacarías 3:8

Este año 2019 trabajamos bajo este lema, y creemos de todo corazón que, así como el Renuevo ya llegó y cumplió su obra, de la misma manera nos apropiamos y vivimos como si el Renuevo está dando fruto en nosotros. La hermosura, la gloria y el fruto de la tierra, será para grandeza y honra, a los sobrevivientes de Israel.

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